lunes, 28 de noviembre de 2011

Celebrando la visita 7000, pero ya me ganaron por 10, jijiji.

El verdadero título es:  Y camina entre nubes.  (Obvio mi mujer que camina)


En cálida mano

De tibio toque,

Llevas cargando

Mi corazón que late,

Llorando desgarrado,

De negativas alimentado,

A noches obligado;

Lleno de sangre sin hervor,

Funcionando sin fervor.

En tus ojos caben

Los sueños del mundo,

Mi esperanza toda,

Y puede cargar

Las ilusiones de las almas

Consientes e incoherentes.

Dame de beber

El aroma de tu boca,

Aliméntame de tus palabras;

Que mi fuerza crezca sana,

Con tu aliento de verdad.

Dame el cielo de tu piel,

Que mi deseo llegue al límite,

Y en tu bendito vientre,

El mío encuentre…

Al final y para siempre

Una paz sin precedente.

Yo, hoy me regalo a ti,

Como el niño desnutrido

Que se hinca a lamer la tierra.

Hoy eres mi mesías,

Mi único avatar…

Ponle fin a mi guerra

Y fe a mi alma entera.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Dulce mujer que camina a la orilla de la chimenea...

Religión recién revivida,

Creencia antiquísima,

Una fe milenaria que regresa.

Se dice que el universo

Te da todo cuanto pides;

No hay anhelos que las estrellas,

El sol brillante y todo el cosmos,

No concedan a quienes

Desean ardientemente.

Y yo incrédulo, banal,

Agnóstico, trivial, desconfiado…

Me negaba a pensarlo cierto,

Pero descubrí  tus ojos.

Mi alma se impregnó de nuevo

De la certeza de un Dios.

Y la fe me volvió al cuerpo

Cuando vi tus labios,

De materia de pasión y sueño.

Cada parte de mi ser

Tiene ánima propia

Que no creía tener.

Estas manos mías apasionadas

Por prenderse a tu desnudez,

Por tocar tu cadera

Que mis ojos ya acarician;

Tus muslos, tus senos, tu boca…

Son febriles tentaciones a mis labios,

Que quieren tener más que tu nombre

Entre sus suspiros y desvelos.

Mis ojos sólo quieren alimentarse

De la maravilla de tu piel desnuda;

Y morir por el embrujo

De tus ojos de azúcar derretida.

Quiero tu humedad y tu sed,

Tu carne y tu hambre.

Todo yo quiero ser parte

Y fundirme en tu ser.

Quiero quemarme en el fuego,

Ardiente y eterno,

De tu entrepierna.

Quiero tus olores, tus sabores,

Quiero ser todo tuyo;

Quiero ser parte de tu piel y tu miel,

De tu anatomía y tu vida,

De toda tu esencia…

Espera… ya lo soy…

Aunque tú no te des cuenta.

jueves, 9 de junio de 2011

Kung Fu Panda 2


No estoy seguro de que sea regla general, pero intuyo que a veces pasa;  las cosas verdaderas son completamente diferentes a lo que esperamos.  Hoy quiero apoyar mis palabras en una de mis películas favoritas, Kung Fu Panda.  Analizando mis vivencias e histerias, mis enamoramientos y odios, mis sueños y frustraciones… divagando entre los fantasmas de mi pensamiento descubrí que, yo mismo he tenido a mi propio Tai Lung, y desde luego, a mi Po.  No sé si a ustedes les haya pasado.

En algún momento de mi pasado encontré, todo lo que me es atractivo, fundido en una sola persona.  Por lo general mi ego siempre es enorme y me identifico, muchas veces forzosamente y otras a punta de pistola, con los protagonistas de las historias…  pero esta vez, después de haberme sentido Po cientos de veces, y tomando un fresco punto de vista menos egocéntrico, disfruté mucho de sentirme como el maestro Shifu.  Es curioso cómo nos pegan las películas infantiles cuando no las tomamos sólo como vehículos de entretenimiento.  El problema es que la gente promedio, me incluyo, nunca estamos dispuestos a escuchar, únicamente queremos ser escuchados.  Pero cuando nos dejamos llevar y dejamos que la vida nos lleve por sus senderos, descubrimos olores, pensamientos y colores que nos son más gratos que a los que, (por costumbre y porque no conocemos otros) nos aferramos.  Es igualmente raro que, a pesar de que vemos situaciones variables en libros y películas, nunca estamos preparados para afrontar una situación similar.  Esto es que siempre consideramos al que nos hiere como el villano del cuento o película, a nosotros como el héroe puro, sufrido y, por consecuencia, bueno.  Pero si nos salimos de nosotros mismos y siendo objetivos, podremos encontrar que nuestro rol en una situación específica, encajaría mejor en un papel secundario, o incluso, con el antagónico.

Eso fue lo que me pasó precisamente hace unos días;  creo firmemente que todo ser humano no sólo es el personaje principal de su propia vida, sino que tiene miles de papeles que desarrollar en un contexto social y tiempo determinados.  Me dejé llevar por una peli inocente y terminé encontrando un poco más de sentido a mi vida.  Todo fue más o menos así… volví a ver una peli ya muy bien conocida por mí, casi memorizada;  de pronto, un abismo mental me fue tragando, me salí de mi cuerpo para entrar de lleno en mi mente, un extraño trance socrático, una “pseudoepifanía”.  Y, aunque ya sabía que viajo en mi vida con muchos fantasmas, esta vez pude verlos directamente a la cara.  Pero, ¿de dónde nacen los fantasmas?  El maestro Oogway no sólo me daba la respuesta a la interrogante, también me brindaba un consuelo;  esa tortuga loca hoy es mi personaje favorito con sus frases célebres.  Primero me dijo que “uno suele encontrar su destino en el sendero que uno toma para evitarlo”, traducido a la filosofía popular mexicana… “cuando te toca, aunque te quites;  cuando no te toca, aunque te pongas”.  Con eso el maestro me da mi primera zarandeada mental: no importa lo que haga, las cosas que van a pasar pasarán me gusten o no, de mí no depende;  no obstante, de mí sí depende cómo tomar las cosas… cuando se pierde se aprende.  Ese demente no me dejó en paz, apenas y a penas estaba digiriendo las cosas cuando te lanzó otro zarpazo y me dijo de donde nacen los fantasmas de vida que no nos dejan vivir en paz: “…el ayer es historia, el mañana es un misterio… pero el hoy es un obsequio, por eso se llama presente”.  Esas fueron ganas de moverme el mundo, de ahí nacen los fantasmas, del ayer y del mañana, de las historias misteriosas que nos inventamos con respecto a lo que vendrá, y de los misterios de la historia personal a los cuales siempre les ponemos un mismo título… “y si hubiera”.  Y así dejamos escapar el regalo del hoy.

Volviendo al tema concreto del principio, vámonos a la explicación coherente del primer párrafo.  Me sentí Shifu, encontré todo lo que me llenaba de orgullo en una sola persona, dejé que los fantasmas futuros de las ilusiones, esperanzas y expectativas tomaran el control;  y fue mi orgullo lo que hizo que esa persona se volviera mi Tai Lung.  Me construí un mundo irreal y me olvidé de que el futuro no está en mis manos… y el tiempo se volvió un bien de manos muertas porque olvidé labrar el presente.  En contra parte tenemos los fantasmas del pasado, siempre hay una persona a la cual la queremos fuera de nuestras vidas porque la experiencia nos indica que no es de fiar, dicho de forma Kung Fu “Pandesca”, esa persona no sirve para las artes marciales por gorda, etc.  Por lo tanto dejamos que el pasado hable y también nos olvidamos del hoy.  Pero más curiosidades de la vida, dicho sujeto es el que termina ayudándonos y salvándonos de nosotros mismos;  nos redime de haber creado a nuestro Tai Lung.

¡Ojo!  No somos personajes de caricaturas… una misma persona puede ser nuestro Po o su contra parte.  Nosotros podemos ser nuestro propio villano.  Lo único que quiero compartir con ustedes es una locura más de mi torcida cabeza.

Muero por ver la segunda parte de Kung Fu Panda… pero eso ya será mañana o al rato, así que no importa mucho… hoy sólo disfruto de escribir esto, y de dormir en cuanto me dé sueño.  Sólo los creadores de la peli saben que le deparará a Po, Shifu y los maestros… yo sólo disfrutaré llegado el momento.  ¿¡Y si no llega!?  ¿Eso qué importa?  Sacaré lo mejor de cada momento y de lo que estoy viviendo a cada instante.

viernes, 25 de marzo de 2011

Dianita...

Diosa de mi esperanza más grande,
Inexplicable es lo que me haces sentir.
Ahora soplas vida en mi alma muerta;
No debo ilusionarme con tu presencia,
A menos que sea real tu existencia.

Subrayo tu mirada con suspiros;
Un rayo de luna en mi noche negra,
Siempre me eres algo diferente
A veces un sueño, otras un sol…
Nunca un peso amargo sin razón.
¿Alguien como yo podrá ser tu pasión?





Vivo atormentado de pasado,
Incrédulo de tu fantasía perfecta,
Lamentando mis heridas,
Llorando por no tenerte conmigo,
Arreglando mi vida para merecerte.
Gustoso quiero darte mi esencia
Ornamento de un corazón vacío,
Muriendo por llenarse de ti,
Especialmente de tu verdad
Zumo de mis apetitos futuros.

Mi muy amada ensoñación,
A ti encomiendo mi dicha,
Racimo de venturas de tus labios.
Tienes la frente exacta para mis besos,
Intentaré cubrirte con mi piel la tuya
Nombrando tus secretos con mis dedos,
Educando mis manos en tu silueta
Zarzuela de tu voz y mi aliento.

jueves, 24 de marzo de 2011

Me enseñaste a odiar.


Es imposible que aún tenga sangre
Y siga manando por mis ojos.
No puedo permitir que el corazón
Siga enamorado del embuste
Del café de tus pupilas.
Tus mentiras hermosas
No debieron entrar por mis oídos.
Juzgué que éramos un alma
Viviendo en dos cuerpos;
Que mi alegría dependía
Directamente de tu sonrisa;
Que si tú llorabas…
En mi alma se reflejaba tu tristeza.
Creí completamente tus palabras…
Y todo fue parte de tu estrategia;
Táctica vil bien entrenada.
Hoy usas las mismas frases
Sólo suplantando mi nombre,
Los mismos besos en otros labios,
La misma mirada
Cuando finges amor eternamente.
Yo sólo fui una mancha,
Una nada en tu camino;
Tu forma doliente de continuar
Un amor que quisieses no termine.
Me llamabas imaginando
Y pretendiendo ver su rostro.
Ojala olvides como decir “te amo”,
Antes de que otro corazón
Muera con tu sangre en su voz.
Te maldigo serpiente
De lengua de diamante;
Sin embargo, deseo ciertamente,
Que ya tengas satisfacción
En tus ojos, labios y vientre.
Aborrezco tus enseñanzas;
Yo aún lastimado tenía confianza,
Sabía que a veces las personas,
Aún las malas, sólo necesitaban
Que se creyera en ellas;
Y en vida,
Más parecida a la muerte,
Me heredaste la borrasca
De la desconfianza.
Arrancaste de golpe,
Cruel y certero… mis ganas de amar.
Hubiera sido mejor,
Y hubiera estado a salvo
Si nunca te hubiera conocido…
Que haber considerado
Que tú… mujer sin corazón,
Serías capaz de sentir.
Y cuando leas…
Tu veneno en mis líneas,
Negarás todo, como siempre,
Y retumbará en mi mundo
Tu risa de ángel maldito.
Mataste el ánima de mis manos,
Arrancaste mis alas,
Me dejaste un corazón sombrío;
Me enseñaste a odiar,
A no dormir bien
A tener pesadillas…
A desear la muerte y no sólo la mía.
Maldita arpía con piel de musa…
Siéntete orgullosa,
Y presume mi corazón negro
Como tu trofeo;
Él ya no puede amar ni soñar,
Se pudre sin esperanza alguna.
Debes de estar satisfecha…
Pues tienes de presea
Un alma que no arde más,
Que lleva, en cenizas,
Tu ser marcado por tu fuego infernal.
Y échame de nuevo la culpa de todo,
Antes de que cierres el telón.

domingo, 20 de marzo de 2011

"¿Moros con tranchetes?"

Cuando escribí esto lo hice más que nada por consuelo (o eso era lo que trataba de venderme a mí mismo), no sabía que en verdad lo escribía por intuición verídica.  Hubo un tiempo, de varios meses, dónde las pesadillas nocturnas me obligaban a despertarme en mitad de la noche, frustrado y odiándome;  pero creo que debo aceptar que el corazón no se equivoca nunca… si todo lo sentía así era porque yo sabía la verdad y no quería reconocerla.  Pero es una bendición que existan los ángeles demoníacos… y que al final del día, no con la finalidad de hacerlo, te abran los ojos por un descuido tremendo;  y así, nos dejen ver que su dignidad no es más que una grotesca grosería que nos endulzaron para entrar a nuestra alma.  Y ya sin más… aquí le dejo mi escrito:

Puse a secar tu esencia para fumarla
Y volver humo tu recuerdo.
En el corazón colecciono lágrimas de luna,
Suspiros de estrellas y espasmos de sol.
No pude guardarte en la caja de mis brazos,
No quise ser féretro de tus alas.
Las brisas de tu humedad aún inundan la cama,
Y siento que aún me abrazas todo, completo;
Yo metido no sólo en tus sueños.
Mas la soledad me quema con sus brasas,
Te amé con ojos cerrados
Y tirándome de espaldas;
Pero tus manos ocupadas secaban tu llanto,
Y tu locura reinventó el recuerdo.
Los espejismos son musas tiranas,
Tus besos… quimeras de tu propia esperanza.
Te amé hasta ser descubierta,
Y creí amarte por tu buena semilla.
Si no fui destino es porque fui,
A duras penas, sólo parte del camino;
Tú siempre anhelante, yo siempre soñador;
Tú siempre dices mentiras que parecen verdad,
Yo nunca he sabido vivir mi realidad.
Somos una estrella más en el cielo de fracasos
Y en mi sangre correrán, aunque no quiera,
Tu sal, tu nombre y tu más intima humedad.
Ni alejándome dejaste de dañarme,
Un corazón traidor sellará mi muerte,
De ficción en ficción me hiciste un mundo
Con nubes que taparon tu honestidad.
Y cuando te necesité descubrí, cruelmente,
Que sólo me diste la espalda siempre.
De repente se me cayó la venda del amor,
Y vi tu ser auténtico;
Y yo me quedé amando solo, un sueño.

jueves, 17 de marzo de 2011

Mujer de mentira.


Yo sí muero de amor, amargo amar mío. Muero de ésta congestión de besos que se me acumulan en la boca, y se me pudren en los labios por no poder ser repartidos en cada pedacito de tu piel. Muero por el exceso de aire que cada suspiro me deja en el pecho; puedo sentir como cada bocanada de recuerdo me rompe el corazón y los pulmones. Muero de coraje y de ira porque cada paso me aleja más de ti. Muero por falta de sentido y de dicha; muero como una hoja en un otoño café y amarillo, un ámbar de recientes pesadillas, siempre por dentro, siempre; mis venas pierden tu humedad y tu aire, tu fuego y tu tierra. Todo nacía de ti y es hora de pagar el justo precio del pacto.
Muero por nuestra hija nunca nacida; muero como mis manos que se marchitan por esas caricias que nunca más podré darte; muero como mis esperanzas de poder vivir a tu lado. Y sufro de éste cáncer que se ha vuelto la soledad sin tu alma. Muero del amor que se estanca y se hace veneno; muero con mis fantasías que llenaste con tu nombre.
Y eso es lo que debo hacer… morir. Matar el tiempo del que tanto hablabas, el cual decías que mostraría la verdad, y hoy la vi; tú ocupas tus labios en otros besos y en otros “te amos”; mi “te amo” sigue intacto, aguardando a la persona que me lo arranque con un beso. Debo morir en el pasado, donde no recuerdo más que dolor y tristeza y gracias por haberte llevado esas dos adicciones y por haberme hecho escribir hermosamente triste por un momento. Lo que tú decías yo sí lo sentí… me enseñaste que las palabras en tu boca suenan más que mágicas, pero aunque quisiste ocultarlo comprendí, que son mejores las palabras que se callan pero se sienten en el corazón. Siempre has de ganarme discutiendo… el arte de tu boca no sólo se trata de la delicia de tus besos; pero hay algo que me queda de consuelo, yo sí tengo un corazón con sentimientos. Ahora debo morir… arrancarme el corazón lleno de tus fantasías y fantasmas hábilmente tejidos. Y me desclavaré el alma con un TE AMO falso para una mujer de mentira, que vertió en mí el mismo veneno que alguien más le dio a probar... y por el cual decía que lloraba por el dolor de la toxina.

sábado, 12 de marzo de 2011

El escritor.

“La vida es muy bella cuando a uno se la cuentan o cuando la lee en los libros; pero tiene un inconveniente: hay que vivirla”. Jean Anouilh

- ¿A qué le temes más; a la espada o a la pluma?

Le preguntó un tipo al ver que ella sostenía un libro nuevo entre sus manos; con la mirada clavada en sus páginas y las piernas entre temblando e impacientes. Ella volteó sorprendida, pero levantó apenas los ojos del libro, lo miró de forma indiferente y volvió a su lectura.
“Otro idiota que quiere llamar mi atención fingiendo interés en mis intereses”, pensó, y recordó a todos los tipos que la habían intentado abordar cuando ella se encontraba leyendo. Si lo ignoraba se iría como los demás. Odiaba realmente a esos patanes que pensaban que, por andar sólo en compañía de un libro, ella necesitaba la presencia de un hombre. Ella no era únicamente ella, la nombraban Camila; y Camila se llamaba a sí misma, Camila de las letras. Tenía trece años, aún que aparentaba más físicamente y más con esa mirada triste y sola, y aún más al hablar y al pensar correctamente… y, sobre todo al estar detrás de un libro. Eso ponía un aura de sabiduría en torno a ella, un aire místico; era dueña y señora viendo el mundo que la rodeaba a través de las letras.
Siguió cavilando un poco sobre el idiota ese y los demás patanes, hasta que su mente empezó a manifestar en su imaginación aquella historia que sus ojos seguían involuntariamente. Pero la fuerza de la mirada que la observaba la regresó al mundo de los muertos; donde las ideas mueren bajo los actos que jamás lograría comprender. Y… ahí seguía parado el mequetrefe ese, con su estúpida sonrisa incierta, pero plácida, aún esperando la respuesta que “Camila de las letras” no pensaba molestarse en responder. Únicamente se limitó a dedicarle una mirada de absoluto desprecio; pocos se habían quedado a su lado después de la indiferencia, pero ninguno había resistido su mirada profunda, capaz de mover montañas o congelar los mares. “Camila de las letras” otra vez lo conseguía, el tipo dio media vuelta y empezó a avanzar. Ella volvió a la única cosa que era dueña de su pasión, los libros, y en ese momento… aquél libro que sostenía en sus manos de lino. Seguía con su record perfecto, y sonrió un poco, llena de satisfacción, sin que él lo notara, a sus espaldas. Por fin podría poner toda su alma en la lectura.
Él detuvo su andar, y todavía dándole la espalda a la niña, cerrando los ojos y apretando los puños fuertemente, dijo: “Sólo quería saber si sería de tu agrado el libro. Eres, por mucho, mi lectora más pequeña y no supe cómo preguntarte si el libro te estaba gustando”. No dijo más y dio otros tres pasos. Una mano de tacto sutil, fría y tersa, delgada pero firme, lo detuvo por el hombro. “Camila de las letras” siempre había querido conocer, de cerca y de viva fuente, el cerebro de una de las personas que podían imaginar todo eso que a ella le gustaba leer. No iba a dejar pasar la oportunidad de hacerlo.


- ¡Perdona! No sabía que tú eras Sergio Luna; pensé que eras otro idiota de esos que creen que las mujeres leemos sólo porque no tenemos nada mejor que hacer, y que anhelamos un hombre para pasar el tiempo de otra manera. Es como si creyeran que sufro el complejo de Rapunzel, ven a los libros como una torre, y el hecho de estar leyendo, como una larga y dorada trenza.

El escritor se llamaba Sergio y se nombraba a sí mismo de mil maneras. Y él… no había volteado para ver la cara de su lectora, pero no pudo menos que caer hechizado por la voz dulce y acelerada de ella. No supo cómo reaccionar, así que intentó seguir andando, grabando en su cerebro el dulce eco de la voz recién nacida en su mundo.

- Me asustan las espadas. De las plumas no hay nada que temer y sí mucho que aprender.

Sergio por fin volteó. Una nueva sonrisa le había cubierto el rostro, ya no era incierta, ni plácida; ahora era claramente pícara.

- El daño de una espada puede ser grande, una cortada, perder un miembro… y puede llevarte hasta la muerte fácilmente de forma dolorosa. Pero una pluma, una pluma puede matarte desde adentro, dejarte incompleta el alma, crearte sueños y fantasías. Y luego… sumirte en la más grande desilusión y desesperanza. Las palabras son más peligrosas que las balas.

Camila rió un poco. No esperaba que él tuviera esa voz extraña y ese tono infantil en sus palabras. De hecho, ella pensaba que Sergio era más viejo de lo que estaba viendo. El joven frente a ella tenía nada que ver con el Sergio que había imaginado. El de su mente, hasta ese momento, había sido de aspecto solemne, mirada ensombrecida, de andar perturbador, de edad y madurez interesantes; algo así como un sepulturero con clase y doctor en psicología. Pero, frente a ella se encontraba alguien muy distinto; no tan viejo para ser su padre ni tan joven para ser su hermano, de cara bonachona y sonrisa encantadoramente insegura y cambiante. Pocas veces Camila había preferido las cosas que le presentaba el mundo de los muertos, pero esta era una de ellas.
Camila acomodó su cabello corto y negro. Ajustó la ropa a su silueta y continuó hablando con el escritor. Era un momento dichoso. Caminaron juntos un rato, mientras ella alababa su talento y sensibilidad, y acusaba un poco su perversidad artística. Él sólo la escuchaba y asentía de vez en cuando; la veía tiernamente a los ojos y solía hacer un comentario poco coherente.
Las calles se sucedían una tras otra; las tiendas con sus estantes. Todo el mundo en ese momento no era más que una enorme escenografía. Caminaban lado a lado, a medio metro de distancia. Una locura de niña inocente, un impulso de juventud; tímidamente ella acercó su mano a la de él. Por varios minutos hizo intentos y no reunía el valor para completar su atrevimiento; el mundo dejó de ser real en ese momento, dejó de andar, de dar vueltas. Lo único tangible era la mano que quería tocar desesperadamente. Un poco más de valor y las yemas de los dedos se tocaron un instante.
Sergio dio un brinco hasta su apellido; la cabeza en la luna y dos metros más allá de donde había estado. La niña agachó la cabeza y la soledad invadió su mirada, la pena, la angustia y otro manojo de sensibilidades acariciaron su cara. Él no quería causarle eso, fue un acto reflejo; no estaba acostumbrado a sentir, de la nada, una mano tratando de coger la suya. Lo sintió como una invasión más que una caricia, pero no fue su intención, así reaccionó su cuerpo.

- Lo siento. Esa secuela me quedó de una relación asfixiante. Me quedé acostumbrado a huir, pero no a terminar las cosas.

Camila no dijo nada, pero sus piernas la traicionaron. No respondieron a sus órdenes; pues quería caminar velozmente y perder de vista su vergüenza y olvidar para siempre que tuvo el valor de hacer algo; quería olvidar para siempre la cara nueva de él y quedarse con la que había imaginado. Pero no pudo moverse.
Sergio comprendió, en una parte, la situación que acababa de desencadenar. Se acercó a ella y con una de sus manos apretó su suave hombro izquierdo. Luego, tomó su mano repentinamente. Ella volvió a sonreír. No sé qué miradas descubrieron la una en el otro y viceversa, pero después de uno segundos rieron afanosamente y sus manos no se soltaron hasta que tuvieron que separarse. Ella reía de la cara de susto de Sergio, y él de nervios y gozo, por no saber qué sentía exactamente.
Retomaron su andar; de vuelta a las calles que sólo eran un enorme teatro. Lo real corría y se les transmitía por las palmas de una sola mano. Los rostros sin caras pasaban cerca y lejos de ellos, pero no existía en ellos más que una plática y dos manos juntas, nada más importaba; doblaban en casi las mismas esquinas, recorrieron los mismos puntos una y otra vez, pero cada momento era especial… de hecho, todo el tiempo que pasaron juntos fue un mismo momento, eterno.


- ¿De dónde te inspiras para escribir todo lo que escribes?
- De la necedad, de la ilusión, de los anhelos, de la imaginación, de la idealización. De unos ojos, de una boca… del pie que sigue al otro en una caminata; de la luz del sol que se refleja en la luna. De lo que he vivido y de lo que quisiera vivir. Creo que mi extraña literatura nace en esa delgada línea que separa mi experiencia de mis sueños.

A lo lejos, alguien gritaba su nombre: “Camila, Camila, Camila”. La niña comprendió que había llegado el momento de separarse de Sergio; y él también lo supo al instante. Todos los “adioses” nacen de nuestra boca, hasta con una simple mueca; pero hay unos que bajan por la traquea y el esófago de manera destructiva, arañan nuestras paredes internas, golpean el corazón y forman un hoyo terrible en el estomago… y el dolor causado empuja las lágrimas fuera de nuestros ojos. Pues bien, Camila y Sergio experimentaron ese dolor, casi como si vivieran en el mismo cuerpo, una conexión había surgido entre ellos. Pero ninguno lloró; ambos maquillaron el llanto, pero de diferente forma. Ella sonrió y desvió la mirada a cualquier sitio. Él hizo un puchero exagerado para ocultar el real. Tan fuerte era lo conexión, que ella presintió lo que estaba a punto de pasar, a pesar que en la mente de él aun no cruzaba la idea.

- ¿Cuándo volveré a verte? Yo voy a leer al mismo sitio todos los días a partir de las tres de la tarde. Vivo en la casa que está…

No pudo señalar ni continuar hablando. Sergio la había hecho callar poniendo, tiernamente, un dedo sobre su boca. Le dio un abrazo rápido y fuerte. Luego, clavando de nuevo su mirada en sus ojos, dijo:

- Nunca. Es mejor así.
- Pero… es que… me gustaría verte de nuevo. Te amo. Me enamoré de ti.
- ¡No! Te enamoraste de mis palabras. Te dije que eran más peligrosas que las balas…
- No soy tan inmadura o tonta como crees. Amo tu torpeza, tu inseguridad, tu andar extraño, tus incoherencias…

Ella y el mundo guardaron silencio. El mundo contuvo el aliento por respeto o por un suspiro que llenó el vació de todos los pechos. Los pájaros callaron, el viento enmudeció, las plantas no quisieron crujir sus ramas al moverse.

- No dije eso y jamás lo creeré. Pero soy escritor y hoy me levanté como me conociste. Mañana seré un personaje más de todos los que escribo. Soy escritor, me enrolo en relaciones de angustia. Me lleno de esperanza para que cuando llegue el momento de la desesperanza, pueda escribir historias esperanzadoras; me parcho el corazón con historias perecederas para escribir sobre el amor eterno; me pongo triste para escribir sobre la búsqueda de la felicidad. Soy escritor y ese es mi trabajo, buscar personas y cosas que me dejen hueco, para llenarme de letras el alma.

Camila ya no escuchaba las palabras, pero sí la soledad que el aura de Sergio vociferaba de forma apagada. Cerró los ojos y entre abrió la boca, esperando un beso; un beso que apagará un fuego congelante que se le había encendido en las entrañas. Sergio puso sus manos a ambos lados de la cara de Camila. Ella sintió su rostro acercarse, y un tibio vapor, seguido de un roce duradero y la estampa de unos labios le marcó la frente.

- Yo también te amo, niña. Y por eso nunca más debo verte. Estoy acostumbrado a la felicidad intermitente. A encontrar o que me encuentren gusanos en el corazón. Hoy me marcho con tu latir en el pecho y me voy para siempre porque quiero que me seas eterna. Podría soportar la desilusión de cualquier persona o decepcionar a quien sea; menos a ti. Me eres perfecta y te soy perfecto; quiero que así sea para siempre. Cuando tenga un mal sabor en la garganta y el olor del mundo me parezca insano, volveré a este día y me purificarás y purgarás las veces que sean necesarias. Puedo vivir en medio del caos, conviviendo a diario con la tristeza, a eso me he acostumbrado. Pero no me pidas que te deje entrar a mi pasado con un recuerdo malo. Quédate así para siempre, perfecta, amándome. Nadie que me conoce lo ha hecho para siempre, o he sido yo quién ha dejado de amar. No me pidas soportar la vida sin lo que hoy me llevo puesto en el pecho… No siempre soy lo que hoy ves, pues estoy hecho de palabras.


Sergio dio media vuelta y se fue. Camila acudió a la fuente de los gritos que pronunciaban su nombre.

- ¿Dónde andabas chamaca?
- Leyendo, mamá. Leyendo la historia más bonita y triste de mi vida.
- Por eso te estaba buscando. Te compré un libro nuevo…
- Gracias, pero léelo tú y me lo cuentas. Creo que ya me cansé de leer. ¿Me dejas ir a casa de Alejandra? Hace mucho que me está invitando a oír música y probarnos ropa…
- ¡Ay! Hija… ¿estás bien?
- Sí, mamá. Sólo quiero hacer cosas nuevas. A partir de mañana cambio de rutina, ya me cansaron los libros.
- ¡Jajajaja! Y… ¿por qué aún llevas ese libro entre tus manos?
- Para no olvidar ciertas cosas, mamá. Para no olvidar ciertas cosas.

miércoles, 9 de marzo de 2011

La bruja de los ojos felinos.

Va con todo mi cariño hermanita. Lily... mi querira Minor, espero que lo disfrutes tanto al leerlo, como yo gocé escribiéndotelo. Me saludas a tu novio, dile al cuñis que ya lo quiero porque te hace feliz.

Hace ya mucho tiempo, en los senderos que todos andamos y a los cuales llamamos vida, conocí a una hechicera. Era ella un embrujo en sí misma; poseía labios rojos cual rosa alimentada de sangre de ruiseñor, su boca tenía en filo exacto para cortar un pecho y clavarse en el corazón. Su cuerpo todo era un poema escrito por Dios. Su pecho partía el aire con gracia, su cintura tenía la brevedad precisa, su cadera era un suspiro colectivo, sus piernas adornaban su andar. Es difícil definirla, tal vez imposible, pero su cuerpo delataba sus artes de alquimista, podía convertir los corazones de piedra en esponjas de emociones. Un solo vistazo podía desarmar a Cupido y volver loco a Eros. Sin embargo… ese no era su mayor peligro. Tenía un As, un arma aún más eficaz, un todo que no podía fallar; eran sus ojos como los de un felino mitológico inventado por los dioses. Nunca he visto nada igual en todos mis viajes. Estoy seguro que Medusa hubiera envidiado esos ojos; no petrificaban la carne, si no el alma.
Conocí a esa criatura en un viaje que hice al país del olvido. No recuerdo si llegué y no me importa. Sólo sé que me perdí en un bosque oscuro justo en la frontera del olvido y la esperanza. Me encontré en un lugar donde no llegaba la luz y creí que mis pasos marchaban solos. ¡Qué equivocado estaba! No iba solo, pero la penumbra me tenía ciego. Vagué por mucho tiempo que no pude medir en días, sino en aparentes soledades, y cuando la esperanza comenzaba a abandonarme, pensé que el olvido estaría próximo. ¡Qué equivocado estaba! Mis pasos me habían guiado a un lugar extraño que no tenía nada que ver con el destino que buscaba. A lo lejos avisté una luz, y todo estaba tan negro que por un momento creí estar muerto y no había notado cómo me había alcanzado la muerte; creí andar por el túnel que nos lleva a la vida después de la muerte. Me fui acercando dudoso, pero con paso firme; y cada vez más cerca, la luz inundaba la oscuridad. Fue cuando noté que no iba andando sólo… éramos muchos los que nos dirigíamos a aquél centro de luz. Veníamos de todas direcciones, encorvados, con paso lento, sin ganas de otra cosa más que llegar al brillo que nos guiaba. Percibí que era el único que notaba a los otros, todos nos sentíamos solos pero los otros iban prendidos de sus soledades y sus pasos; y para ellos, no existía nada más. Compartíamos el sentimiento de pena y la dirección del camino. Pero algo no me permitía caer en el embrujo en que los otros estaban sumergidos.
Al fin llegamos todos al centro del fulgor, era un castillo de cristal de plata que brillaba con su propia luz. Todos iban con cabeza baja y clavando su mirada un poco más allá de sus propios pies. Yo iba observándolos, extrañado de que no se notaran entre ellos, parecían entes con apenas un rescoldo de ánima. De repente, en seco, todos dejaron de avanzar al mismo tiempo; yo aún di un par de pasos más, luego me detuve y escuché la potente voz del silencio. Bajé la mirada por la fuerza de una sensación que me irrumpía. No me atreví a comprobar con los ojos lo que todo mi ser me decía; frente a la puerta de entrada del castillo había una presencia de una mayor luz que el castillo, pero no luz normal, si no de espíritu. Mis propias culpas me hacían sentir calosfríos, pero en sí, aquella criatura inspiraba paz. Nos habló con una voz severamente dulce.


- Todos ustedes han venido buscando algo que perdieron por su propia mano. Paz, amor, tranquilidad, sabiduría y muchas cosas más. Pasen y descansen un rato. Mañana sacarán de su propia sangre su propio alimento, pero primero purifíquenla. Sean bienvenidos y malvenidos a mi acogedor hogar. Éste es el castillo del arrepentimiento, se encuentra justo entre las tierras del olvido y la esperanza. Sus culpas les han dado la fuerza necesaria para llegar hasta aquí, pero ahora deben dejarlas fuera; el que se atreva a entrar con culpas ciertamente morirá sin esperanza y en el olvido más espeso.

Contuve mi arrebato de entrar corriendo al palacio. Me quedé estático, con la seguridad de que moriría al poner un solo pie dentro del recinto. Con la mirada baja pude ver avanzar los pares de pies. Lo hacían de forma ordenada y sincronizada, cómo si lo hubieran practicado por semanas. Sólo hasta que el primero entró al castillo el otro puso sus piernas en movimiento… y el tercero esperó igual que el segundo; y así todos esperaron su turno, y yo no entendía el orden o la razón. Todos hubieron pasado y yo vacilando al fin decidí levantar la cara. Me encontré con un rostro muy bello; era como ver el negativo del cielo nocturno… blanco cómo las nubes recién nacidas y lleno de pecas cómo estrellas negras. De una belleza sin par como describí al comienzo. Sus cabellos eran como de fuego opaco y danzaban igual que una fogata. Era una delicia verla, y a la vez, un tormento; fue como ver a la viuda del tiempo. Me cayeron todas las penas encima y su cara me dio mucho miedo. Sus ojos de felino de los dioses me dejaron clavado al suelo por un momento. Con el residuo raquítico que me quedaba de voluntad intenté entrar corriendo sin verla más y morir antes que enfrentar su mirada, pero con su sola voz me detuvo mejor y más violento que con una pared de hierro.

- Tú hoy no puedes pasar. Quédate fuera, come musgo y hojas y bebe del agua del pozo de la espera, no del manantial del río del perdón. No puedes ni mereces entrar hoy.

Dicho eso cerró la puerta y yo me quedé en silencio, parado por varias horas. Luego… hice lo que me había indicado. Y esperé, sin saber cuando pasaría hoy y llegaría mañana.
Medio dormí a ratos, sollozando y llorando con lágrimas secas; no sabía qué sentir, o no quería descubrir lo que en verdad sentía. Me avispó el sonido de pasos que hacía tiempo no escuchaba. La puerta había sido abierta y de ella salía uno de los que antes habían entrado. Salía con la cabeza alta pero con rostro muerto, inexpresivo, ya dando unos pasos, su cara recordó sus gestos… lloró y río y luego se enojó, y así siguió recordando cómo expresar sus emociones. Salieron varios más repitiendo esa pasarela de caras muchas veces más. Y tras ellos, venía danzando la bruja de los ojos felinos. Salió de los límites del castillo, marchando tras los que ya salían de sí mismos. Pero no siguió su mismo rumbo, se dirigió hacía mí.

- Hoy probablemente puedas pasar, pero depende de ti.


Y me sonrió de una forma muy leve, apenas pude adivinar que se trataba de una sonrisa. Pero ese gesto bastó para reconfortar mi alma. No podía articular idea alguna. Pero mi boca sí supo reírse y hablar.

- ¿Quién eres? (Pregunté al fin).
- Soy Lilybelle; muchos me llaman la bruja del perdón, otros del olvido, otros de la esperanza y de mil cosas más. Pero soy la conciliadora y embajadora de las tierra que me han dado un poco de ellas.
- Para mí siempre serás la hechicera de los ojos felinos.

Asintió con la cabeza y sonrió, dando la aprobación de su nuevo nombre. De su cara se alejó cualquier infortunio y mostró la belleza plena de la que era capaz. Belleza pura y pura delicia. Coquetería discreta, seducción sutil… en una palabra: Lilybelle. Quedamos en silencio por un rato. Su voz de la última plática había sido muy dulce, nada severa, como la de una niña que no se preocupa por nada. En ese tiempo mi corazón dejó de latir al ritmo de la adrenalina, para comenzar y vibras de felicidad y éxtasis, luego, terminó latiendo en calma, en una paz absoluta.
Encaminé mi marcha hacía la entrada del castillo, y ella siguió mi espalda. Pude sentir como sus ojos nocturnos me atravesaban la nuca y podían leer mis dudas. Mas no me sentí quebrantado, al contrario, ella sabía que anhelaba regalarle mi pensamiento. Legué a la entrada y sólo quise husmear metiendo mi cabeza sin entrar. Mis ojos pudieron ver la claridad de aquél lugar. Era maravilloso ver aquél lugar tan lleno de luz, dentro de un bosque tan sombrío. Después de un rato me aventuré a preguntar:

- ¿Cómo sabes que ya están listos para salir?
- Yo no lo sé… Son ellos los que ya se sienten listos para salir, y se van.
- ¿Por qué todos lloran, ríen y se enojan al salir?
- Porque salen renovados a enfrentar sus culpas que han dejado afuera. Tienen que aprender a lidiar con ellas, resolverlas y disolverlas. Pero ya están dispuestos a sentir de nuevo.
- ¿Cómo saben ellos quién debe ser el primero en entrar y el último en marcharse?
- Sólo lo saben. El que más culpas trae es el primero en entrar y siempre el último en salir.
- ¿Por qué no me dejaste entrar la vez pasada?
- Porque no traías culpas reales. Te entregas con defectos y virtudes y dañas sin voluntad real de hacerlo. Siempre tratas de ponerle solución a tus culpas.
- ¿Aún hay gente adentro?
- Siempre hay alguien adentro. Este es el último rincón de la esperanza y el primer punto del olvido. Hay personas que se han perdido en este castillo. Se arrepienten eternamente sin olvidar y pierden la esperanza de mejorar.

Yo estaba más que embriagado de su voz y de la vista de su casa. Y otra vez nos acompañamos en silencio. Pero siempre estuvimos hablando de manera afónica. No tenía caso ensuciar la conversación de dos corazones que se comunicaban con sus latidos. Pero ella tenía cosas qué hacer y yo no podía ayudarla.

- Hoy tú decides. ¿Quieres entrar a conocer mi morada?
- No. Hay cosas que es mejor conservar en el misterio. Además algo me dice que tus ojos felinos son los únicos que perciben las verdaderas delicias del castillo. Si entro… me decepcionaré por lo mucho que espero, y nunca aceptaré que mi verdadera decepción está en mis ojos incapaces de ver los secretos de tu mundo.
- Algo así esperaba de ti, por eso te invité a pasar. No quieres robarme mi mundo atrapándolo en tu memoria. No esperaba menos de ti. ¿Quieres marcharte ya? ¿Volverás al lugar de donde has venido?
- Aún no. No es tiempo de decir adiós. Quiero verte una vez más. No sé por qué, pero anhelo ver la cara que mañana tendrás puesta si te digo que te estaré esperando.
- Sigues igual que siempre, galante, misterioso y muy extraño. Pero para mí no sería normal que fueras normal. Siempre es un placer volver a coincidir contigo.

Quise preguntarle a qué se refería, pero calló mis labios con uno de sus dedos y me besó la frente. Luego se metió y cerró la puerta tras de ella. Su ausencia me supo al principio a duda, sin embargo, pasado un minúsculo momento, ese sabor se convirtió en espera compartida. Bebí del mismo pozo y lamí de nuevo unas rocas para comer del mismo musgo. Dormí cándido y no soñé pues me sentía dentro de un sueño.
Desperté en el momento justo en que sabía que ella aparecería. Juste después del desfile de gestos de rostros nuevo, y ciertamente, desconocidos. La esperaba con ansías calmadas. Y ella venía de nuevo a mi encuentro. Para mí vista, estrenaba un vestido sencillo y ligero, cómodo y elegante. Curveando sus labios en una nueva y mágica sonrisa. ¿Cuántas sonrisas nuevas y hermosas le caben a una misma boca? Me pregunté. Me puse de pie y ahora fueron mis labios los que le acariciaron la frente. Y luego… luego nos abrazamos como dos eternos amigos que se encuentran después de toda una era. No sólo estrenaba risa y vestido… también una nueva voz más dulce y de melodía tierna.


- Es un gusto volverte a ver. Y cómo has crecido sin cambiar casi en nada…

Mi cara era una pregunta clara… mi mente no alcanzaba a comprender sus palabras, pero sí me dejaba perderme en la belleza que todo su ser irradiaba. En ese momento ella ya no quiso pronunciar palabra. Hasta que mi alma empezó a recordar la mirada de sus ojos de quimera; y entonces mi voz perpetró el silencio.

- Tú y yo nos conocimos hace mucho tiempo. Yo tenía otro cuerpo y otras edades. Tú eras hija del emperador de una cultura que rendía culto a los gatos. De ahí tus ojos felinos.
- ¡Sí! ¡Lo recuerdas! Tú eras el aprendiz de sacerdote y abandonaste el estudio de la religión por querer ser poeta. Me enamoré de lo que escribías y te ayudé a escapar de la pena de muerte.

Tomamos nuestras manos, nos vimos a los ojos y nuestras miradas se besaban con ternura la una a la otra. Nos sentamos uno al lado del otro y contemplamos su casa como si fuera un sol. Y revivimos ante nuestros ojos los más de mil atardeceres que juntos vivimos por varias vidas. Habíamos sido varias cosas, amigos, cómplices, madre e hijo, padre e hija, y más tipos de amores… y otra vez estábamos juntos, con cuerpos extraños pero nunca jamás almas desconocidas. Los soles de nuestros recuerdos al fin se estaban ocultando y con ellos, ella debía volver a sus deberes. Así que apresuró ella la dulce agonía, la exquisita flor casi marchita de un reencuentro.

- Ahora debes irte. Para que puedas recordar este lugar y nuestro último encuentro, debes volver sobre tus pasos, caminando de espaldas y manteniendo siempre la vista en esta dirección.
- Aún no quiero irme…
- Pero debes hacerlo. No soportaría ver como te pierdes en el infierno del eterno arrepentido. Te quiero tanto que no quiero eso para ti.
- Entonces tendré que esperar a otra vida…
- ¡No! Éste es el último tren que me lleva al final. Yo debo seguir adelante. Pero agradezco el haberte encontrado una vez más para poder despedirme. Quiero que sepas que hiciste de mi viaje algo esplendoroso. ¡Ahora vete! Sal caminando de espaldas y siempre viendo mis ojos… tus ojos de la bruja de ojos felinos…

No dije nada… sólo acaté sus deseos y partí. Siempre confiado en sus ojos felinos. Amargo al principio, pero luego, me sentí feliz porque ella por fin llegaría al lugar de donde salió, volvía a casa y yo la había conocido a través de sus vidas. Y, ahora, me tocaba despedirme de ella de una manera única. Salí del bosque y llegué a casa… pero siempre llevo conmigo una buena dosis de sus ojos de gata.

martes, 8 de marzo de 2011

Mascarada real.

Hoy voy a tomar cerveza y escuchar música de ardidos, Chente, Bunbury, Cuco Sanchez...
En fin. Pero como tengo más lectoras que lectores, chicas, cambien lo masculino por lo femenino y pongan a Paquita, compren güisky... y lean y acompañémonos en nuestra borrachera desde lejos.


No es que te siga amando,
Pero te necesito para tener presente
Siempre,
A la mujer que he de amar,
Inmensamente.
Será ella como sacada de tu ficción,
Pensará como tú hablas,
Sentirá como tú escribes;
Su cuerpo desnudo será verdadero,
No se tendrá que vestir
Con ropa ajustada y lencería fina.
Será ella como sacada
De tus encantadoras mentiras;
Pondrá en los besos su ser,
No los dará por miedo
A que se le pudran en la boca.
Dirá “Te amo” desde su alma,
Y no al calor de su entrepierna.
Hablará de las cosas que no piensas,
Será una mujer auténtica,
Sin ese deseo de ser original,
Sin pretender ser noble y honesta.
Será ella misma sin aparentar.
No dirá “te quiero” por no estar sola,
Ni por taparse los huecos del pasado,
Ni por costumbre macabra.
Amará sintiéndolo en serio,
No por coleccionar lágrimas
De corazones rotos por su nombre.
Lo que lea le hará hervir la sangre,
No lo usará para mentir mejor,
Con sentido, lógica y razón.
Sus alas serán reales y su vuelo más,
No de remiendos de hipocresía.
Hasta como amiga sabrá tratarme,
No me verá como algo conveniente.
Hasta su desamor sabrá a gloria.
No es que te siga amando,
Tú nunca me dejaste hacerlo.
¿Cómo amar una máscara,
Una mentira y el maquillaje?
Sería como amar una flor pintada,
Sin más perfume que su pintura,
De color vistoso pero muerto.
Lo que sí amo es lo que finges ser,
Tu ingenuidad amaestrada,
Tu mirada educada;
Tus besos que parecen llenos de todo,
Que en verdad son la nada maquillada.
Pero debo agradecerte que me mostraras,
Con tus engaños y mentiras,
Cómo ha de ser la mujer que me llene.
Si tú la pudiste inventar,
Entonces ha de existir…
No te cansas de copiar lo que crees genial.
Sólo dime…
¿De dónde sacaste el disfraz?
¿De quién copiaste el antifaz?
Necesito conocer su origen para poder amar;
Tengo tantos poemas por inventar,
Tantos besos para dar,
Y tantas ganas de mostrarle mi "amar".
No te culpo y ya no te odio…
Ha de ser un infierno no tener cara propia,
Y tenerse que adornar para no estar vacía.
Pero te lo suplico… te imploro,
¿Dónde he de buscar a mi amar?
No al amor como palabra que me fuiste,
Si no a mi amar que será mi acción
Constante, eterna y muy mía.

lunes, 7 de marzo de 2011

Para ti mi amar... dónde quiera que esperes.

Para la de cabellos de plata… cual melena de esperanza; para la de mentiras breves, aún más que su cintura, inexistentes. Para la de boca sedosa de verdad… Para la de amar en verbo y no “amor” de palabra hueca o de costumbre.

Sirena, hija de la luna, la de los ojos tristes e ideas infinitas;
Madre de sueños y de mi más pequeña y no nata fantasía;
Hada del amanecer y del atardecer…
Dadora de vida y justificación perfecta para la muerte.
Criatura mágica, única… medidora del mundo.
No me interesa saber para quién eres perfecta,
Si no el sentir la perfección con que entras a mis ojos.
Eres un oasis en mi corazón desértico,
La única verdad de mi mundo ficticio.
El respirar me pesa, tu aliento es lo que me purifica el aire.
Nunca escondas tus alas ni pretendas tenerlas rotas;
Es verdad, un corazón en el pecho es una pesada carga,
Pero a veces, sólo a veces, vale la pena cargar su peso;
Un corazón muerto no castiga oprobios,
Mas no te permite volver a sentir.
Existen quienes creerán que blasfemo, peco o miento bonito,
Pero llamarte Dios es lo más cercano que tengo para decir “tú”.
Ahora le rezarás a Atenea, a Afrodita o a Eros…
Sin embargo, mi “padre nuestro”,
Mi “ángel de la guarda”,
Y todas mis plegarias, sólo tendrán una luz, tu nombre;
un sentido: TÚ.
Y dos palabras… TE AMO.

domingo, 6 de marzo de 2011

Mi triste verdad nacida de la mentira.






Un lamento en la oscuridad más lejana,
En el más absoluto silencio;
Donde tus oídos no se lastimen
Con el crujir de una lágrima
Doblando los vellos de mi cara,
Donde la tristeza no se te contagie
Con una lluvia de llanto
Cayendo a mis pies desnudos.

Me eres fundamental, necesaria,
Importantísima y muy del mundo.
Me eres como el tacto al ciego,
Como el aire a las alas de las aves,
Como el reflejo del espejo.
Como la fe del que reza en su cabeza.

Todo contigo se resume
A un instante, una palabra;
Un solo acto de locura o soledad.
Eres peligrosa como la calma del mar,
Como la teoría del caos,
Una palabra, el aleteo de una mosca…
Pueden desatar tu huracán o tu tormenta.

He aprendido a llorarme de felicidad,
A comer flores para encontrarte,
A comparar sabores
Para reafirmarte y saberte,
Aún en estos tiempos,
Como la unidad con que mido el mundo.

A veces tus ojos me saben a estrellas,
Lejanas, su luz no me indica nada,
Ni donde estás, ni a donde miras.
Más allá de ti… ¡Nada!
Y nada más de ti.

Fútil se ha vuelto tratar,
Desgarrarme, intentando tocarte…
Con palabras, con metáforas,
Con imágenes de mi seda más fina.
¿Qué pasa si el amor ya no te llena,
Si el amar ya no me alcanza?

Te veo a millones de años luz
De la esperanza, del deseo.
Y aún así… no muere mi añoranza.
Letras prohibidas, mentiras bonitas,
Me siento manco, cojo… incompleto.
Como el alquimista
Que extravió sus fórmulas.

Eso es todo y nada,
Mi pluma fluye y se escapa.
Sirena hija de la luna,
Amarte es una aventura,
Una tragedia, y cada día…
Una historia misteriosa y nueva.
Te escabulles en el agua,
Te escondes en tus fases.
¿Ya ves amor?
Mi amargo amar,
Me has encadenado
A la dulce condena de amarte.

Jeka...

Hoy empezamos con los acrósticos… Éste en especial es uno de mis favoritos, ya que habla de una mujer que ha sido muy significativa en mi vida. Es una luz que se me apaga a ratos pero siempre regresa. Jeka… mi muy adorada Jeka… gracias por pasar por alto mis defectos y por olvidar las veces que te fallé. Sólo déjame decirte que te quiero. Éste acróstico lo hice con mi gran admiración por ti, lo armé de algunas frases nacidas de una ficción, que embonaron perfectamente en tu nombre… y de lo que has sido para mí. Gracias por dejarme ser algo en tu vida a pesar de mis errores. Va dedicado de parte de todos tus admiradores.


Junto al tabaco pongo a secar tu nombre,
Esencia de mis instintos y de mi sangre.
Sol de invierno pálido, vernáculo, que…
Sólo quema la piel y no calienta.
Infame destino que vivo desde lejos,
Comiendo añoranzas de ti y mis deseos.
¿Algún día podré besar tus labios?

Aún en estos días amanezco triste,
Luego tu luz atraviesa la distancia,
Encontrando, sin buscar… mis restos;
Xilografía es tu cuerpo de ébano,
Altamente labrado y pulido, exacto…
Nido de todos mis dulces y locos anhelos;
Dónde convergen la fantasía y lo prefecto,
Ricas formas presume la naturaleza en ti,
Así es como me pongo a soñarte despierto.


Recuerdo lo que era contigo y lloro,
Ofuscado, añorante y deseoso de mí.
Siempre vuelvo a llenar mis fantasías
A veces de tu nombre, otras de tu cuerpo,
Sólo de ti y de lo que ya no podré ser.

Gozaré llevando tu imagen en mi mente,
Ostentando de escudo tu vientre;
Negando que tus ojos son inalcanzables,
Zafiros de mis noches desveladas de lujuria.
Albergo la esperanza de ser tu apetito,
Llenar más que los huecos de tu voluntad
Entrando en tu cuerpo, boca y sangre,
Zurciendo mi alma a tu locura de amar.

sábado, 5 de marzo de 2011

Amé sólo yo...

En un rincón del corazón,
Un fragmento apenas
Que existe a penas…
El cielo se volvió gris.
Las nubes cubrieron el sol
Y el dulce azul del cielo.
La felicidad quedó en sueños
Y esparcida en recuerdos.


Las nubes grises se juntan,
Suben y bajan en dos espirales,
Se acarician y se besan;
Sacan chispas y gritan en truenos
Desgarran sus gargantas,
Siempre con tu nombre.
Se hacen el amor violentamente,
Y se odian por amarse.

Mi cielo ya no tiene fuerzas
Ni para cargar sus estrellas;
Se resbalan, se deslizan
Por su techo, por sus paredes.
La esperanza ya no carga a la luna,
El sol ya no tiene tu sonrisa,
Ha perdido su esplendor, su brillo.




Nunca quise ser de brazos fuertes
Hasta que me vi inútil,
Tratando de retenerte.
Quisiera ser lo que nunca supe ser.
Quisiera ser lo que nunca quise ser.


Los ojos llueven,
Las manos sudan y tiemblan,
Al recordar que pude ver
Lo que tú te negabas a ver.

No hay más que decir,
Pero siempre habrá qué sentir;
Al ritmo de los recuerdos,
Al son de tu latido…
Nunca faltará un sentimiento,
Ni en mi pecho, ni en mi alma.


Algún día olvidaré tus besos con prisa,
Y el que no me notaras
Cuando más lo necesitaba.
Me quedaré con el amor que siento,
Que nunca será pasado.

viernes, 4 de marzo de 2011

Para mi muy querida Hada de la luna...

Te lo escribí con todo mi cariño Fronesis. Gracias por darle sentido honesto y real al TAD. Siempre tendré nostalgia cuando piense en ti... pero unca dolor. Es hermoso saber que los dos honramos el pacto de sernos siempre honestos, hasta cuando duela. Soy tuyo de una forma muy peculiar hasta que la eternidad se nos acabe. Te adoro amiga mía, sigámonos lastimándonos con las verdades para no destruirnos con las mentiras. Espero que te guste:

Yo tengo un hada de luna,
De alma clara
Y una sonrisa oscura.
Tiene la nobleza de una diosa,
El consuelo perfecto de un ángel.
Su risa es el compás perfecto
Para marcar mis pasos.
Su corazón no le cabe en el pecho,
Y la lluvia carga su voz
Cada gota me hace eco,
Y me recuerda lo que soy.
Yo tengo una luna
Con corazón de hada,
Su magia es verdadera,
Hechiza los días de lluvia
Y los detiene en el tiempo,
Bailamos y nos mojamos juntos
Tomados de las manos.





Yo tengo un hada
Con alma de luna,
El café sabe mejor en sus palabras
Y eclipsa el sol
Para que en pleno día…
Podamos sentarnos a ver las estrellas.
Su mayor poder es la honestidad,
Y aún lejana, sus palabras,
No pueden ser mentiras.
Es encantadoramente cierta,
Lo único que no le queda
Es el traje de la falsedad.
Yo tengo un hada hija de la luna,
Y madre de las estrellas
Y de los más lindos deseos.
Quiero hacerle un altar de letras,
Para que en cada línea,
En cada palabra,
Sepa que es la magia
De éste corazón confuso.

Tantos años y te sigo esperando...

Me puse a buscar en la luna
Tu inmensa ternura.
De la parte clara
Saqué la luz brillante
De tu infinita mirada.
De la parte oscura
Te confeccioné
El traje negro de tu libertad,
De tu coquetería inagotable,
De tu infidelidad amorosa.


Giré un poco mi cabeza
Y encontré el negro de la noche.
De él te hice tu pelo
Incluyendo los destellos
Elegantemente luminosos.
Fue cuando descubrí las estrellas,
Y tuve que ponerlas en tu boca.
Cada perla, cada lucero
Y hasta el último destello
Para hacer de tu sonrisa
La claridad más pura de mis días.


Me sorprendió al alba.
Y de aquella belleza
De un amanecer glorioso
Construí tu rostro;
De ahí que seas tan bella
Y magnífica, como la aurora.


Faltaba algo, no sabía que era,
Pero el sol me dio la respuesta
Al ponerse en medio
De dos soberbias montañas
Que bruñó en oro y plata.
Fue el molde de tus caderas.


Te creía terminada,
Pero el sol de medio día
Reflejado en la calma
Y en el azul del mar
Me dijo que me hacían
Falta tus senos.
Y con el sol y su reflejo,
Que parecían mellizos
Majestuosos, bañados
De nubes y espuma
Terminé de inventarte y,
Me puse a soñarte y vivirte.